Otra vez (Agnes)

Llegamos frente a la puerta del chalet. Abrí la de fuera y después la de dentro cerrando cuando entró Agnes. -¿Sabes? eres la primera chica que entra más de una vez a mi casa. Dije bromeando, era patético pero ya me lo tomaba con humor.
-Pasa al salón, serás feliz con el mini-bar, yo voy arriba a ducharme, no tardo nada. Sonreí y subí corriendo por las escaleras. Entré al baño y me fui quitando la ropa mientras el agua se calentaba para después meterme debajo.

Unos minutos después bajé al salón donde estaba Agnes vestido con ropa normal y removiéndome el pelo para que se secase cuanto antes. Había recogido el baño antes y había echado el chándal a lavar. -¿Tú bebiendo agua? increíble. Me reí mientas me sentaba a su lado en el sofá y encendí la televisión para entretenerme un poco.

Miré la tele distraído y de vez en cuando a Agnes de reojo. -Pues no, no soy de California. Negué con la cabeza y me dejé caer sobre el respaldo, estirando las piernas hacia delante y cerrando los ojos. No sabía a qué venía eso ahora y como estaba tan segura al negarlo desde un principio.

Encogí los hombros y abrí los ojos girando la cabeza y mirándola. -Para que nos conozcamos mejor, de momento me pareces una buena chica. Realmente ni yo sabía por qué le había hecho venir hasta casa, seguramente volvería a huir en cuanto me conociese mejor, aunque ya sabía casi todo de mí, detrás de lo que ya sabía no había mucho más.

En su cara había algo que me intrigaba, su gesto no parecía sincero y aquello me decepcionaba un poco, por decirlo de algún modo. -Preguntándote cosas, como se conoce normalmente a las personas. Dije seguro de mi mismo, era obvio. -Pero si te molesta no lo hago, tranquila. Sonreí.

Me quedé pensativo durante unos instantes, no había buscado ninguna pregunta rebuscada y sin embargo tenía muchas incógnitas sobre ella. -¿Tú si eres de aquí? como pronto has acertado en que yo no lo era... Pregunté por sacar algún tema e intentar que no se dieran silencios incómodos.

Escuché detenidamente cada palabra que salía de su boca asintiendo con la cabeza como que lo comprendía. Había cambiado de aires unas cuantas veces, y yo en cambio, era la primera vez. Su bromita no me hizo ni pizca de gracia y por eso no me molesté ni en sonreír. -Yo de Toronto, es la primera vez que me separo de mis padres, no sé que será de mí. Me levanté y abrí la ventana de par en par para no ahogarme con el olor del tabaco.

Volví a sentarme a su lado de la misma forma que antes. -Muchas veces, pero esta es mi vida y soy feliz, ¿por qué arriesgarte a probar otra cosa y poder ser infeliz?. Encogí los hombros, de momento lo tenía bastante claro.

Negué. -Es mejor lo malo conocido que lo que queda por conocer. Estaba seguro de mis palabras y de todas formas era feliz con todo lo que acarreaba ser religioso. Hasta ahora no tenía nada de qué arrepentirme y después si probaba lo que no debía me sentiría mal toda la vida.

-No lo juzgo yo, lo juzga mi religión ¿tan difícil de comprender es?. Levanté una ceja. No era tan raro ser virgen a los 18 y no sentir ganas de dejar de serlo. Estaba convencido de entregarme a la mujer de mi vida y no a cualquiera que me quisiera solo para una noche.

-Te sorprenderá, pero no, no tengo ninguna curiosidad por eso. Hay cosas más interesantes y divertidas que eso, ya llegará mi momento después de casarme. Contesté a aquello con tranquilidad y sin elevar la voz para nada. Lo había hablado muchas veces y nadie me había convencido.

-No he levantado la voz. Alcé una ceja. Lo había dicho normal, ni alto ni bajo. Al ver como me miraba volví la vista hacia la tele apoyando de nuevo la cabeza en el respaldo. Bueno, la conversación moriría aquí...

-¿Qué haces?. Abrí los ojos con expresión de sorpresa cuando acabó la tele y luego suspiré, ¿era lo único que le importaba de mí? tenía cosas más interesantes que hablar de ese tema. -No sé. Encogí los hombros por no decir que sí y que se fuera, me agradaba su compañía y no quería que volviese a huir de casa.